"A partir de 1910 la gente comienza a entrar al agua, solo para mojarse, dado que el peso de los trajes hacía complicada la natación que, hasta entonces, rara vez se practicaba. La playa era un destino de recorrido, caminatas y descanso y los audaces que se adentraban al mar iban vestidos con prendas comunes”.
“Las prendas de baño aparecen a fines del siglo XIX y consisten en un vestido de mangas cortas, con pantalones debajo y sombreros para evitar broncearse (símbolo de status social), acompañados de medias para no exhibir las piernas. Lo mismo ocurre con los hombres, quienes usaban un remerón como prenda superior. Los diseños eran traídos de Europa”, V. Saldías. Directora del Museo del Traje.
Acerca de la variaciones de diseños y telas a lo largo de las temporadas, Saldías desarrolla que “los modelos sólo dejaban ver brazos y pantorrillas. Con el paso de las temporadas se van acortando y exigen salidas de baño de toalla. En ocasiones las mujeres utilizaban pequeñas cabinas de vestuario, con ruedas, para ser transportadas hasta la orilla del mar, lejos de la mirada masculina. Los trajes se confeccionaban de pesados tejidos de punto de lana.
A partir de los años 20 comienza a usarse el traje de baño enterizo, con escotes más amplios y dejando ver los muslos.
LLEGA LA BIKINI
Louis Réard, un ingeniero mecánico francés, a cargo de la empresa de lencería de su madre, notó, en las playas de Saint Tropez, que las mujeres se arremangaban sus trajes de baño para conseguir un mejor bronceado. Eso lo inspiró para diseñar un traje que dejara el abdomen expuesto. En 1946 ya se había creado un traje similar pero fue considerado un escándalo y su uso no se popularizó en todo el mundo hasta casi veinte años después.