10 DE NOVIEMBRE DE 1985
“La radio era nuestra principal fuente de información. Clavado el dial toda la semana en Radio Mitre, por única vez e igual que todos los domingos de 10 a 12 escuchaba la radio local LU25 que transmitía el programa "Participando" bajo la dirección de Domingo San Román. No había diarios locales. Dony tenia el privilegio de ser un adelantado y nos informaba de todas las noticias semanales de Carhué […]. Era un clásico del domingo escuchar a Dony y su "Participando". Sin embargo esa mañana las noticias fueron alarmantes. El terraplén se había roto. Las defensas habían cedido. Epecuén se estaba inundando. La tragedia había llegado. aunque desde hacía mucho tiempo para todos era ésta "una muerte anunciada" -como en el clásico de Gabriel García Marquez-, nadie se resignaba. La catástrofe se había producido. El continuo ímpetu del oleaje de las aguas de Epecuén al fin doblegó el trabajo sin descanso de un persistente grupo de pobladores que durante noches y días se turnaron para taponar aquí y allá los sucesivos desbordes de las aguas que seguían destruyendo el terraplén. Bolsas rellenadas con tierra se apilaban en los lugares más endebles, tratando de evitar lo inevitable. Lo cual obligaba a un constante trajinar de muchos hombres que sólo pensaban que en ello se les iba la vida, el bienestar y el trabajo. Desde la radio Dony seguía informando acerca de la tremenda noticia. Desde las cinco de la mañana de ese domingo el agua había vencido a los desfallecientes pobladores de Epecuén que habían trabajado afanosamente tratando de detener la embestida de las aguas. Las últimas lluvias torrenciales, acompañadas de un viento sudoeste no dejaba de golpear con fuerza las defensas. Había llovido en toda la cuenca cerca de 500 mm en las últimas semanas. Algo impensable para la época. Impensable por su caudal, y trágico para las esperanzas de un pueblo que se debatía trabajando a brazo partido, aunque amenazado con un destino inexorable. Un pueblo que había protestado y clamado por soluciones que nunca se cumplieron y desoídos por el conjunto de las autoridades que dirigían los destinos de Adolfo Alsina y de la Provincia.
El picaflor que me anunciaba un nuevo domingo, había perdido su encanto. De la tranquilidad, había pasado en un instante al dramatismo de la tragedia. Descontaba que se presentaba un día muy distinto en mi vida y en la vida de los habitantes de Carhué y Epecuén. […]
Lo que sentenciaba Dony era el fin de una población, era el fin, de una quimera, de una ilusión, de un sueño. Era la muerte que había llegado para Epecuén. Después ya nada sería igual. Desaparecía en un instante tantos años de trabajo, tantos esfuerzos, tantas ilusiones. y aun cuando uno se lamentara por la parte afectiva, también desaparecía todo un pueblo con sus casas, sus hoteles, su infraestructura, su balneario, en el que muchos o todos habíamos puesto nuestro granito de arena para que el turismo llegara a Epecuén con mayor empuje cada temporada. Claro que no era un domingo más. Era un domingo de dolor, de amargura, de impotencia ante lo irreparable, de angustia sin par. Contemplábamos la cruda realidad con toda la carga de dolor reflejada en la amputación que la naturaleza nos manifestaba. No había justificativos ni palabras ante semejante desastre. y nosotros estábamos escuchando por radio a Dony. ¿Y los que seguían en Epecuén luchando palmo a palmo contra la naturaleza y veían con ojos azorados cómo a estas horas ya el pueblo estaba anegado en más de un 30%? ¿Y los que se levantaban y se encontraban con el agua a sus pies, congelándole el corazón? Cuánto dolor. Cuánta angustia en un solo momento. Cuántos años de trabajo que en un instante se volvían inútiles. “
Laspiur, Roberto H.
“CIEN DIAS EN LA INUNDACIÓN DE EPECUEN. CRONICA DE UNA CRIMINAL INACCION”
Dunken, Bs.As. 2da edic 2009.